La historia de una voz (narrativa)


Joaquín tenía ocho años y estaba en tercero de escuela. Ese miércoles fue con toda su clase a canto. La profesora los hacía pasar uno a uno al piano y probaba sus voces.

Cuando a él le tocó, se confundió. No entendía bien lo que le pedían, y ansiaba salir de ese momento mientras la profesora impotente perdía la paciencia.
Siempre le quedó marcado esa frase fulminante: “Este niño NO tiene oído”, tanto que empezó a dolerle de a poco...

Cuando a los catorce empezó a tocar guitarra no le fue tan mal. Pero siempre cargaba con  esa frase, y por más bien que tocara le venía un bloqueo enorme cuando tenía que cantar o afinar.

Luego de joven entró a una banda y le fue bien. En poco tiempo estaba tocando por todos lados y muy bien.
Si alguna vez se le desafinaba el instrumento y alguien se lo marcaba estallaba de odio y en su interior resonaba la maldita frase “Este niño NO tiene oído”…

Poco a poco se iba animando cantar algún coro. Mejoraba, pero no llegaba a más. Sentía que rengueaba…

Con el tiempo, y la perseverancia en la práctica, cada vez dolía menos. Pero no llegaba la liberación total.

Hasta que un día dando él clases sintió con un alumno una gran impotencia porque él no podía transmitir lo que quería. De todas formas se contuvo y sabía por experiencia propia que no debía atacar al otro. Y vio ahí los ojos de aquella profesora de la niñez. Y comprendió que esa mujer lo que tenía era miedo e inseguridad. 
Y llegó el milagro. Pudo perdonar en su corazón.

Hoy Joaquín no es un cantante profesional ni mucho menos. Pero puede cantar en paz. A veces acierta. Otras erra.
Pero le divierte cantar. Y eso le hace bien.

Gabriel Otero Giordano- Miércoles, 8 de abril de 2020


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